Enrique VIII de Inglaterra ha pasado a la historia por haber sido uno de los monarcas más glotones que se conocen. Los retratos de él no han podido ocultar la desenfrenada gula de un hombre que nunca bajó de los 100 Kgs. de peso.
El rey se vio pronto obligado a hacer uso de un bastón para poder caminar. Cuando ya no bastó el bastón, se tuvo que recurrir a inventos mecánicos para poder desplazar al monarca de un lado a otro, incluso para sacarlo de palacio a través de alguna que otra ventana ya que por algunas puertas no cabía, con ayuda de poleas y hombres forzudos, así como ara ensillarse en su montura.. La operación de fajarle el abdomen, requería del concurso de varios ayudas de cámara, dándose el caso de hacerlo mientras llevaba a cabo una de sus interminables desayunos.
A estos banquetes asitían como invitados algunos cortesanos, que acababan con el rey bajo las mesas, ebrios y ahítos hasta perder el sentido.
El rey comía en cualquier lugar, y adquirió el hábito de lavarse las manos con agua perfumada antes de llevarse los alimentos a la boca, lo que fue muy admirado por sus súbditos.
El monarca Tudor no reparaba en los peligros del exceso de comida hasta que, hinchado y jadeante, se dejaba caer en su lecho especialmente reforzado.
Pero incluso la glotonería de Enrique VIII fue puesta a prueba durante un banquete celebrado en Hampton Court, su palacio de las afueras de Londres, el día de Año Nuevo de 1541. Para conmemorar su matrimonio con Catalina Howard, la quinta de sus seis mujeres, el soberano ordenó a los cocineros y sirvientes que preparasen un banquete compuesto de 60 platos diferentes.
Excepto las fresas, a las que eran un gran aficionado, Enrique VIII no tomaba frutas, verduras ni hortalizas...
Se bebía unos cinco litros de cerveza diarios. Y consumía 20 gramos al día de sal.
Los excesos cometidos en estos banquetes tuvieron consecuencias nefastas para la salud de Enrique VIII. Por recomendación de su médico, intentaba comer y beber menos, pero la tentación de la comida sabrosa era más fuerte que él.
Estudiando las diferentes armaduras reales confeccionadas a la medida de la humanidad del soberano (183 cm de estatura - la media británica entonces era de 165 cm), observaron que las empleadas en los primeros años de su reinado tenían 81 cm de cintura y 99 cm de pecho.
Recordemos que en la actualidad, la circunferencia
abdominal se considera un valioso indicador del riesgo cardiovascular
de un individuo. Para los varones, lo recomendable es que se sitúe por debajo de
los 94 cm...
A partir de los 40 años, la estructura corporal de
Enrique VIII cambió progresivamente desde un cuerpo atlético a una
obesidad manifiestamente patológica. Continuando con la valoración de sus
armaduras, las últimas que pudo haber empleado medían 132 cm de cintura y 135 cm
de pecho. Antes de fallecer, llegó incluso a alcanzar los 137 cm de perímetro
abdominal...
ohh k gordo
ResponderEliminarComía cómo gueón, seguro que cuando cagaba, le tenían que pasar una escalera pa bajarse del churro
Eliminarrecomiendo ver la serie THE TUDORS
Eliminarmas gordo que la concha de su madre
ResponderEliminarTragaba como ñoño
ResponderEliminarmas gordo que yo jajajajjaj
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