viernes, 22 de febrero de 2013

Catalina Parr (6ª esposa)

Catalina Parr nació en 1512 probalemente en el castillo de Kendal en Westmorland, donde sus antepasados habían residido desde el siglo XIV. Otros lugares de nacimiento que se han sugerido son: Great Kimble, Buckinghamshire, o en Blackfriars, Londres.
Era la hija mayor de Sir Tomás Parr, descendiente del rey Eduardo III, y de quien de soltera se llamó Matilda Green, hija de Sir Tomás Green. Tuvo un hermano más joven, Guillermo Parr, más tarde primer marqués de Northampton, y una hermana, Ana, más tarde condesa de Pembroke. Su madre, Lady Parr, fue miembro del séquito de Catalina de Aragón.
A los 17 años, en 1529, Catalina contrajo matrimonio con Lord Eduardo Borough. Durante muchos años se ha argumentado que se casó con el mayor Eduardo Borough, segundo Barón Borough de Gainsborough, quien murió en 1529. Sin embargo, hay un acuerdo generalizado por los biógrafos recientes de Catalina que se casó con el nieto del segundo barón, quien compartía nombre. Eduardo Borough el Joven tenía veintitantos años y puede que tuviera mala salud. Su padre, Sir Tomás Borough, era el chambelán de Ana Bolena. Eduardo Borough el Joven murió en la primavera de 1533.
En el verano de 1534 se casó nuevamente con John Neville, tercer Barón Latymer. En 1536, durante la Peregrinación de Gracia, Catalina fue retenida como rehén por los rebeldes del norte, junto con sus dos hijastros, incluyendo a John Neville, cuarto Barón Latymer.

Se dice que era alta, vivaz e ingeniosa, con una naturaleza bondadosa y sensible.
Fue en la casa de la hija de Enrique y de Catalina de Aragón, Lady María, donde Catalina Parr llamó la atención del Rey.
El rey Enrique VIII se encaprichó con Catalina desde el momento en que la conoció cuando fue a pedir piedad por la mujer de su hermano, acusada (con pruebas) de adulterio. Sus primeros regalos a Catalina fueron entregados el 16 de febrero de 1543, un año después de la ejecución de Catalina Howard. El 2 de marzo de ese mismo año, su marido, finalmente falleció. Después de la muerte del segundo marido, la rica viuda empezó una relación con Thomas Seymour -luego 1er Barón de Sudeley-, que era hermano de la reina Jane Seymour. Catalina miró a Seymour como su futuro esposo pero Seymour, por su parte, tomó nota del interés del rey y sabiamente dio un paso atrás.
Una vez más Catalina se tuvo que enfrentar a un tercer matrimonio con una persona mayor, y un marido enfermo. Pero aunque ella siguió su deber, no fue una elección fácil, pues si rechazaba al rey puede que ella y su familia tuvieran grandes repercusiones, por lo que no tenía más remedio que aceptar, y se vio obligada a obedecer.
Ella escribió a Seymour: ''Tan cierto como que Dios es Dios, mi mente estaba completamente inclinada a casarme con vos antes que con cualquier hombre que conozco. Sin embargo, Dios se opuso a mi voluntad con vehemencia por un tiempo, y con su gracia y su bondad, hizo posible lo que me parecía más irrealizable; es decir, me hizo renunciar por completo a mi propia voluntad y seguir de buen grado la suya" Ella y Seymour se separaron con algunas promesas para el futuro (después de todo, el rey estaba enfermo y y sus sentimientos no habían disminuido). La ascendencia de la familia Parr había comenzado.


El matrimonio entre Catalina y Enrique VIII se celebró el 12 de julio de 1543 en el palacio de Hampton Court. Fue la primera Reina de Inglaterra en ser también Reina de Irlanda después de que Enrique VIII adoptara el título de Rey de Irlanda. Como reina, Catalina fue en parte responsable de la reconciliación de Enrique con las hijas que tuvo de sus dos primeros matrimonios, quienes más adelante serían la reina María I y la reina Isabel I. Catalina tuvo el deseo de perfeccionarse, pues no había recibido la educación excepcional de una princesa y comenzó a estudiar latín de mayor, lo que el príncipe Eduardo alabó y llegó a quererla mucho, hasta el punto de ver en ella a la madre que no tenía.
Cuando se convirtió en Reina, su tío Guillermo Parr, Lord Parr de Horton, se convirtió en su Lord Chambelán.
El matrimonio fue un éxito inmediato. Catalina eligió como lema "Para ser útil en todo lo que hago." Y ella tenía una personalidad verdaderamente entrañable, como lo demuestra el afecto genuino que una variedad de gente sentía por ella. Para el rey, era la compañera perfecta, y la niñera de sus hijos, pues ella era una madrastra amorosa. Como reina, atrajo a los cortesanos que simpatizan con la fe reformada. Sus habitaciones se hicieron famosas por sus debates teológicos, un hecho que pronto indignó a Stephen Gardiner y a otros católicos.
Durante tres meses, desde julio hasta septiembre de 1544, Catalina fue nombrada regente por Enrique mientras él marchó a su última y poco exitosa campaña en Francia. Gracias a que su tío fue nombrado miembro de su consejo de regencia, y a las simpatías de otros consejeros Thomas Cranmer (el Arzobispo de Canterbury) y Eduardo Seymour, Lord Hertford, Catalina obtuvo el control efectivo y fue capaz de gobernar como ella entendió más conveniente. Manejó los suministros, las finanzas y asambleas para la campaña francesa de Enrique, firmó cinco proclamaciones reales, y mantuvo contacto constante con su lugarteniente en las Marcas septentrionales, Lord Shrewsbury, sobre una situación compleja e inestable con Escocia. Se dice que sus acciones como regente, junto con su carácter fuerte y una notable dignidad, y más tarde sus convicciones religiosas, influyeron de forma importante en la formación de su hijastra, Lady Isabel (la futura reina Isabel I).
Sus puntos de vista religiosos fueron complejos, y el asunto se ve confundido por la falta de evidencias. Aunque probablemente fue educada como católica, ya que nació antes de la Reforma Protestante, más tarde sintió simpatía e interés por la "Nueva Fe." Se ha sugerido la hipótesis de que realmente era una protestante a mediados de los años cuarenta, tal como ahora se entendería ese término. Podemos estar seguros de que sostuvo fuertes ideas reformistas después de la muerte de Enrique, cuando su segundo libro, Lamentaciones de un pecador se publicó a finales del año 1547. El libro promovía el concepto protestante de justificación sólo por la fe, algo que la Iglesia Católica consideraba una herejía. Es extremadamente improbable que desarrollara esos puntos de vista en el breve tiempo entre la muerte de Enrique y la publicación del libro. Su simpatía por Anne Askew, la mártir protestante que se opuso fieramente a la creencia católica de la transubstanciación, también sugiere que era más que meramente simpatizante de la nueva religión.



Con independencia de que se convirtiera formalmente al protestantismo, lo que no es probable, la Reina fue suficientemente reformista para que la vieran con sospecha oficiales católicos y anti-protestantes, como Stephen Gardiner (el Obispo de Winchester) y Thomas Wriothesley, Lord Wriothesley (el Lord Canciller), quien intentó a su vez volver al rey en contra de ella en el año 1546. Se escribió una orden de arresto contra ella y abundaron los rumores por toda Europa de que el rey se sentía atraído por su amiga íntima, Catherine Willoughby, duquesa de Suffolk. Sin embargo, ella logró reconciliarse con el Rey después de jurar que ella sólo había hablado de religión con él para distraerlo de los sufrimientos que le causaban su pierna ulcerada.

Después de la muerte de Enrique VIII (28 de enero de 1547), Catalina vio asegurada su situación con una pensión anual de ₤7.000. Más aún, él ordenó que después de su muerte, aunque era reina viuda, se le diera el respeto de una Reina de Inglaterra, como si él aún viviera. Catalina se pudo finalmente casar con su antiguo amante, Thomas Seymour, celebrándose su boda el 7 de abril de ese mismo año. Como se casaron dentro de los seis meses posteriores a la muerte del antiguo rey, tuvieron que obtener permiso del rey para el matrimonio. Cuando su unión fue conocida públicamente, causó un pequeño escándalo. Catalina, que no había tenido hijos de ninguno de sus anteriores matrimonios, quedó embarazada a los 35 años de edad. Su embarazo fue una sorpresa, dado que ella no había concebido ningún hijo durante sus primeros tres matrimonios..
En esta época, se desarrolló una rivalidad entre Catalina y la esposa de su cuñado, Ana Stanhope, la duquesa de Somerset. Ana estaba casada con Eduardo Seymour, duque de Somerset, que resultó ser particularmente aguda sobre el asunto de las joyas de Catalina. La duquesa argumentaba que las joyas pertenecían a la Reina de Inglaterra, y que como reina viuda, Catalina ya no debía tenerlas. En vez de ello le correspondía a ella, como esposa del Lord Protector, lucirlas. Ella invocaba la Ley de Sucesión que claramente afirmaba que Catalina tenía precedencia sobre todas las damas del reino; de hecho, por lo que se refiere a la precedencia, la Duquesa de Somerset venía detrás de las Ladies María e Isabel, y Ana de Cléveris, llamada Hermana del Rey. Al final, la duquesa ganó la discusión, lo que dejó su relación con Catalina permanentemente dañada; la relación entre los dos hermanos Seymour también empeoró como resultado, puesto que Lord Seymour vio toda la discusión como un ataque personal de su hermano a su posición social.
El matrimonio de Catalina también pasó por momentos tensos. El sexo durante el embarazo era algo que se desaprobaba en el siglo XVI y Seymour comenzó a desarrollar cierto interés por Lady Isabel (hija adolescente de Ana Bolena, y futura Isabel I, que residía en su mansión. Se le atribuye la intención de casarse con ella antes de hacerlo con Catalina, y más tarde se dijo que Catalina descubrió a los dos abrazados. En unas pocas ocasiones antes de que la situación se escapase por completo de las manos, parece que Catalina no sólo estuvo conforme con episodios de juego violento con fuertes implicaciones sexuales, sino que realmente ayudó a su marido. Con independencia de lo que realmente ocurriera, Isabel fue sacada de la casa en mayo de 1548 para quedarse en el hogar de Sir Anthony Denny en Cheshunt y nunca volvió a ver a su madrastra, aunque las dos mantuvieron correspondencia.
Catalina dio a luz a su único descendiente, una niña llamada María Seymour, que recibió este nombre por su hijastra, el 30 de agosto de 1548, y murió sólo seis días después, el 5 de septiembre de 1548, en castillo de Sudeley, en Gloucestershire, de lo que cree que fue fiebre puerperal, o sepsis en el parto. Es lo mismo que provocó la muerte de la tercera esposa de Enrique VIII, Jane Seymour. No era algo infrecuente, debido a la falta de higiene que rodeaba el parto. Se ha sospechado que el esposo de Catalina, Sir Tomás Seymour, pudo haberla envenenado para llevar a cabo su plan de casarse con Lady Isabel. Catalina Parr fue sepultada en el castillo de Sudeley. Sería conocida como la Reina de Inglaterra que más veces habría contraído matrimonio.
Su única hija, María, nacida el 30 de agosto, no le sobrevivió demasiados años. Su padre, Thomas Seymour, fue decapitado por traición menos de un año después (10 de marzo de 1549). La niña fue entregada a la duquesa de Suffolk, Catherine Willoughby, una amiga íntima de Catalina. Después de un año y medio, la propiedad de María le fue restaurada por una Ley del Parlamento, lo que alivió la carga de la duquesa al asumir la guarda de la niña. La última mención de María Seymour es de su segundo cumpleaños, y aunque circularon historias de que al final ella se casó y tuvo hijos, la mayor parte de los historiadores creen que murió siendo niña.

viernes, 15 de febrero de 2013

Catalina Howard (5ª esposa)

Catalina Howard nació entre 1520 y 1525, más probablemente entre 1521 y 1522. Fue la segunda de las cinco hijas de lord Edmund Howard y de Joyce Cultpepper y, además, era prima por el lado paterno de Ana Bolena -la madre de Ana y el padre de Catalina eran hermanos-, por lo tanto también era sobrina del duque de Norfolk.
El padre de Catalina estaba constantemente endeudado y tenía problemas económicos. Su sobrina Ana le consiguió un empleo en el gobierno, trabajando para el rey en Calais. En ese momento, la joven Catalina fue enviada a vivir con la esposa de su abuelo, en Chesworth, cerca de Horsham y Lamberth. La madre de Catalina ya había muerto (la niña tenía unos 9 años cuando se quedo huérfana de madre). Era costumbre en la época que los hijos de la nobleza recibieran educación fuera del hogar familiar. Normalmente los mandaban a casas de nobles de rango superior. 
El inconveniente de Catalina era que la casa de su abuela política carecía de la sofisticación necesaria. Compartían dormitorio con otras chicas a estilo de lo que hoy es un internado de clase alta. No era un mal entorno, solo algo permisivo. Las niñas hacían lo que todas las chicas habitualmente hacen en un dormitorio: hablar de chicos: flirteos, el cortejo al que eran sometidas, sus galanteos y de los encuentros amorosos. Además, clandestinamente por la  noche una serie de caballeros se infiltraba en el dormitorio de las chicas. Acostumbraban llevar fresas y vino para deleite de sus compañeras. Estas tenían sumo cuidado en no dejar la puerta cerrada con llave. La duquesa aparentemente le daba igual las actividades “extraescolares” de sus pupilas, mientras no fueran pilladas con las manos en la masa. 
La duquesa Agnes (segunda esposa de Thomas Howard, el segundo duque de Norfolk), una matriarca de más de 60 años, estuvo presente en todos los acontecimientos importantes de la corte de los últimos 40 años. Su casa daba cabida a más de 100 personas y se asemeja a lo que hoy en día sería un internado de clase alta.

A los 13 años más o menos, inicio un romance con su profesor de música, Henry Mannox. El joven intentó encandilar a la muchacha entre las lecciones de clavicordio y laúd para lograr su propósito que era llevarla al lecho. No logró tener sexo completo con ella, pero disfrutaron de apasionados momentos íntimos, aunque sin coito. El romance terminó cuando Catalina se enamoró de un joven secretario, Francis Dereham. Hay motivos sobrados para suponer que, a diferencia de su relación con Mannox, ésta se consumó plenamente. Como tenían la costumbre de llamarse esposa y marido, cabe sugerir que Catalina y Francis tenían en realidad un precontrato mutuo que se había reforzado por la plena unión sexual. Este asunto pasó a ser del conocimiento de los huéspedes de la mansión debido a Mannox, pues éste estaba muy celoso de que Catalina hubiera volcado sus atenciones a otro caballero, y para vengarse, envió una carta anónima a la duquesa advirtiéndole de los que sucedía. Se la dejó en el banco de la capilla. Agnes descubrió a Catalina abrazando a Dereham y se sintió muy ofendida. Golpeó literalmente a todos los que estaban a la vista, incluida Joan Bulmer.
Aunque por supuesto Dereham era mejor partido que Mannox, distaba mucho de la noble cuna de los Howard. Catalina al estar alejada de Francis comenzó a perder el interés por él, en especial cuando ella se trasladó más cerca de la corte, a casa de su tío en Norfolk.

A finales de 1539, varias damas eran requeridas para servir a la nueva soberana en la corte Ana de Cleves. Había una feroz competición por ser una de las afortunadas, pero gracias a la influencia de su tío, el duque de Norfolk, Catalina, juntos con dos de sus primas, fueron elegidas para ocupar los anhelados puestos de damas de compañía. Así que en diciembre de aquel mismo año, la joven ya se encontraba en la corte.
Según su abuela política el rey se fijó en ella antes de que llegara a Inglaterra Ana de Cleves, ya que dijo que "El monarca se ha quedado prendado de ella desde el primer día que la vio". Lo que se sabe seguro es que en la primavera de 1540 el rey empezó a perseguir a Catalina Howard. Al llegar la pascua, su pasión por ella ya era notoria y el partido católico de la corte, encabezado por Norfolk y Gardiner, no dudaron en sacar ventaja de su buena suerte. El probable que Norfolk haya ordenado a su sobrina que estimulara el afecto del rey. Aunque ella correspondiera a sus avances, debía mantener "ciertas distancias",o sea, nunca permitir que el monarca "lograra el objetivo final".
Thomas Howard, daba la sensación que desconocía por completo  las vivencias de su joven sobrina, ya que alababa su "pureza y su honestidad", a la vez que Stephen Gardiner organizó con mucha frecuencia banquetes y diversiones para el rey y Catalina en el palacio de Winchester, en Southwark.Catalina era  diminuta (Como Catalina de Aragón), era una muchacha realmente bajita. El rey tenía unos treinta años más que ella y unos treinta centímetros más también. Antonia Fraser nos dice que el embajador francés calificaba la belleza de ella sólo como mediana (lo mismo dijo de Ana de Cleves), pero elogiaba su gracia y encontraba muy dulce su expresión.
A Catalina le gustaba los vestidos de escote bajo que a menudo exponían parte de sus senos y adoraba la moda francesa a igual que su prima Ana Bolena.



Catalina tenía unos veinte años menos que Ana Bolena, doce menos que Jane Seymour, seis menos que Ana de Cleves. Tenía cuatro o cinco años menos que que Ana y Jane cuando atrajeron al rey. 

En abril de 1540 Enrique ya tenía claro que deseaba a toda costa librarse de Ana de Cleves y declaraba ante Dios que pensaba que no era su esposa legítima. Informando de los deseos del rey, el parlamento le pidió que examinara las circunstancias de su matrimonio dado que el parlamento dudaba de su validez. Enrique anuló su matrimonio con Ana el 9 de julio de 1540 y se casó con Catalina el 28 de julio del mismo año en el palacio de Oatlands en Surrey, conviertiéndose en la quinta esposa de Enrique VIII, quien tenía casi 50 años mientras que Catalina estaba aún en la adolescencia. Se deduce que su matrimonio se produjo por estar presionada por una imposición familiar, especialmente de su tío Thomas Howard, ya que si no, no puede explicarse la unión con un rey que había decapitado a su prima.
Enrique, viejo y obeso, llenó a su joven esposa de joyas y otros regalos extremadamente caros, manifestaba estar enamoradísimo de la joven y bella pelirroja, a la que llamaba “su rosa sin espinas”. El rey desconocía el pasado de Catalina a la que consideraba una reina joven y virtuosa. A pesar de todas estas riquezas, Catalina encontró que su matrimonio no le satisfacía. Le desagradaba el cuerpo de su esposo y buscaba entretenimientos amorosos en cualquier parte.
Thomas Culpepper tenía por entonces unos treinta años; su encanto era una de sus mejores armas. Era la típica clase de hombre que acostumbraba tener éxito en la corte de los Tudor: ambicioso, capaz de usar despiadadamente su cautivador magnetismo para lograr sus propósitos. Estaba lejanamente emparentado con Catalina por su madre Joyce Culpepper (era primos sexto grado). Se había introducido en los palacios siendo paje y, en apenas dos años en los que se esforzó mucho, había  llegado a la envidiada posición en la cámara privada del rey. Culpepper había alcanzado el privilegio de compartir dormitorio con el rey y de cuidar de su pierna ulcerosa. En 1537 ya es notoria la influencia que Culpepper tenía sobre el monarca hasta tal punto para que lady Lisle le enviase un magnífico halcón a cambio de su patronazgo. 
Culpepper era el típico ''chico malo''.  Se sabe por una carta de un comerciante de Londres, dirigida a un amigo suyo que vivía en Alemania, que había violado bruscamente a la esposa de un guardabosques mientras tres o cuatro de sus asistentes más disolutos la sujetaban por orden suya . Además, cuando pasó por allí un desafortunado hombre que intentó defender a la pobre mujer, Culpepper no dudó en darle muerte. Esa sórdida historia terminaba con el perdón del rey a Culpepper, por lo que, desde el punto de vista del monarca, era un mero pecadillo sexual de un joven macho fogoso. Enrique VIII no quería verse privado de la compañía de ese joven "alocado". Culpepper también era sumamente ambicioso: él y su hermano, que también se llamaba Thomas y servía en la casa de Cromwell,  intentaban siempre satisfacer su sed de codicia: buscaban concesiones de tierras monásticas, cargos en la corte y pensiones.

Thomas y Catalina comenzaron un romance. Mientras su relación con Culpeper avanzaba, antiguos huéspedes de la casa de su abuela contactaron con Catalina. Para conseguir su silencio, contrató a algunos de ellos. Sus antiguos amantes Henry Mannox y Francis Dereham estaban entre ellos.
Sus relaciones con la primogénita de su nuevo esposo, no fueron buenas, hasta el punto de expresar que “Lady María no la trataba con la debida reverencia, pareciendo olvidar que ella era sólo una bastarda real”. La madrastra retribuyó la malquerencia, logrando que el rey hiciera despedir a tres de las damas de honor de la princesa María y le redujera el dinero que le era otorgado para sus gastos.
Todavía se cuestiona la injerencia de Catalina en la ejecución de la madrina de María en 1941, a la que ésta quería mucho, intima amiga de su madre (Catalina de Aragón), a favor de la cual María se humilló ante la nueva reina implorando por la vida de la anciana. Margarita Pole, que así se llamaba el aya, era mujer de más de setenta años y estaba prisionera en la torre de Londres “por desobedecer órdenes del rey”. Más allá de los intentos frustrados de María, la anciana fue atrozmente ejecutada, acrecentándose la fama de sanguinario de Enrique VIII, su propio padre. La princesa decidió entonces que le era más provechoso acordar con la nueva reina y, al hacerlo, le fueron devueltas sus damas de honor y su renta.
En ese año de 1941, aumentaron los rumores sobre la conducta de la reina. Uno de los antiguos compañeros de Catalina reveló la relación que la reina había mantenido con Francis Dereham. En un principio, el rey no quiso creerlo hasta que las evidencias fueron demasiado claras para negar el hecho.
Catalina fue puesta bajo vigilancia en sus aposentos de Hampton Court, acompañada tan sólo de una de sus damas de compañía, Jane Rochford (mujer del decapitado Jorge Bolena). Cranmer mandó quitar de la habitación, cualquier objeto que le sirviera a la reina para suicidarse. 
Fue interrogada por los consejeros del rey en numerosas ocasiones. Se habló de divorcio y de exiliar a Catalina, hasta que se descubrió una carta de amor que le había escrito a Culpeper. Por orden del rey, los soldados de su guardia acudieron a arrestarla. Se dice que intentó escapar disfrazada de mucama, pero su distinguida forma de caminar la denunció ante los soldados, que la persiguieron mientras ella llegaba a la puerta misma de la capilla del palacio, donde el rey estaba escuchando misa para pedirle clemencia, pero éste no se dio por enterado y allí mismo volvieron a capturarla y la retornaron a su encierro.
No le quedó más remedio, que admitir sus cargos ante las evidencias, pues afirmó: "Francis Dereham, mediante persuasión, me procuró para su propósito depravado y consiguió primero tenderse sobre mi cama con su jubón y sus calzas, y después dentro de la cama y finalmente se tendió conmigo desnudo y me usó de tal manera como el hombre hace con su esposa muchas veces, y nuestra empresa puso fin a casi un año antes de que Su Majestad el Rey se casó con mi señora Ana de Cleves ...pero con qué frecuencia, no lo sé".
Catalina fue despojada de su título como reina el 23 de noviembre. No hubo clemencia para ella y posteriormente la condujeron en un bote por el Támesis para trasladarla a la Torre de Londres.
Thomas Culpeper y Francis Dereham fueron ejecutados el 10 de diciembre de 1541. Culpeper corrió mejor suerte que Dereham y debido a su cercanía con el soberano murió por su gracia sólo decapitado, Dereham en cambio, fue destinado a ser colgado, emasculado, eviscerado, decapitado y cortado en pedazos. Ambas cabezas fueron expuestas en el puente de la Torre de Londres. Se dice que hicieron pasar a Catalina por allí aposta para que viera las cabezas expuestas de sus dos amantes.
La viuda de su primo, lady Jane Rochford (cuñada de la reina Ana Bolena) fue ejecutada por haber sido auspiciadora de las relaciones de Catalina Howard con Thomas Culpeper.
El caso de la reina llegó al parlamento en enero.
Fue llevada a la Torre de Londres el 10 de febrero de 1542.
La noche anterior a su ejecución, Catalina pasó horas practicando como colocar su cabeza sobre el cadalso, el cual  ella misma había solicitado para su ensayo.
Fue ejecutada a las siete de la mañana del 13 de febrero de 1542. Llegó al cadalso con dignidad, aunque se la veía pálida y aterrorizada. Antes de morir, pidió perdón a su familia y rezó por la salvación de su alma. Según el folklore popular, sus últimas palabras fueron: "Muero siendo Reina, pero preferiría haber muerto siendo la esposa de Culpeper".
Su muerte fue rápida, de un sólo golpe. Catalina fue enterrada en la capilla de San Pedro-ad-Vincula, junto a su prima Ana Bolena.
Al escuchar la noticia de la ejecución de Catalina, Francisco I de Francia, escribió una carta a Enrique, que lamenta el "lascivo y juguetón comportamiento de la Reina" y aconsejándole que "la ligereza de las mujeres no puede doblar el honor de los hombres".

viernes, 1 de febrero de 2013

Ana de Cleves (4ª esposa)

Ana nació en 1515 cerca de Düsseldorf, como la segunda de los cuatro hijos de Juan III, duque de Cléveris, y de María de Julich. Tras la muerte de su padre, su hermano heredó el ducado.
A los doce años de edad, Ana fue prometida a Francisco, hijo y heredero del duque de Lorena, mientras que él sólo tenía diez años de edad, así que el compromiso fue considerado "oficioso" y fue cancelado en 1535.
Más allá de la tristeza que embargaba a Enrique por la muerte de su esposa Jane, debió considerar celebrar un nuevo matrimonio, ya que resultaba conveniente a los fines de fortalecer sus alianzas de poder. En este sentido, necesitaba casarse con alguna candidata que lo aliara con el Sacro Imperio Romano Germánico que –liderado por el Emperador Carlos– representaba la mayor potencia de la época.
Entre las posibles esposas se encontraba la flamenca Ana de Cleves, princesa de una familia destacada de religión protestante luterana, lo que favorecería la posición de Enrique en Inglaterra como jefe de la Iglesia Anglicana que él mismo había creado. A los fines de consolidar aún más esa posición, pensó en pactar el matrimonio del recién nacido Eduardo con una hermana de Ana, intento que resultará fallido.
Se le encargó al artista Hans Holbein el Joven retratar a Ana y a su hermana menor, Amelia, pues Enrique estaba considerando a ambas como candidatas para ser su cuarta esposa. Enrique pidió al artista que fuera tan preciso como fuera posible, que no halagase a las hermanas, aunque el gran pintor, sin embargo, por temor de desagradar al rey realizó un retrato retocado de la futura reina, ante el cual el rey aprobó y hasta se ilusionó con la nueva posesión conyugal. El canciller Thomas Cromwell instó al rey a este enlace.

Según los cánones de la época, Ana era realmente fea: era alta, corpulenta, y su rostro poco agraciado mostraba además marcas de picaduras de viruela. Era hábil en labores de aguja y le gustaba jugar a las cartas. Podía leer y escribir correctamente, pero sólo en alemán. Ana era considerada amable, virtuosa y dócil, pero aún así era poco apta para sostener los diálogos ingeniosos de una corte renacentista, dirigidos muchas veces por el mismo rey, que escribía versos, creaba canciones y gustaba de la lectura, todo lo cual era ajeno a los gustos de Ana, la cual apenas hablaba inglés.


Enrique estaba impaciente por ver a su futura novia. Así que marchó a Rochester y no se sintió satisfecho con la llegada de Ana a Inglaterra. Sintió que había sido engañado, pues todo el mundo había alabado los atractivos de Ana: "No es en absoluto tan bella como me habían contado," se quejó. Enrique instó a Cromwell para que encontrara alguna forma legal de evitar el matimonio, pero llegados a tal punto, hacerlo era imposible sin arriesgar la alianza vital con los alemanes.
Preso de esta decisión, ya que no podía negarse al casamiento por los altos intereses políticos y económicos que la novia representaba, contrajo matrimonio el 6 de enero de 1540. en el Palacio de Placentia. De esta manera, Ana de Cleves se convertía en la cuarta esposa de Enrique VIII.

La primera noche de la pareja como marido y mujer no fue feliz. Enrique confió a Cromwell que no había consumado el matrimonio, diciendo, "Antes no me gustaba mucho, pero ahora me gusta mucho menos".
Ana había permanecido católica conservadora, aunque su familia era luterana. Entabló una relación próspera con la princesa María y se estima que su relación con el rey era buena. A pesar de esto, Enrique había puesto su atención en una dama que formaba parte del séquito de damas de honor de Ana, la bella Catalina Howard. De esta forma, el matrimonio entre Enrique y Ana estaba destinado a la ruptura. Este matrimonio fue el principio del fin para Thomas Cromwell como Lord canciller.

Ordenaron a Ana abandonar la corte el 24 de junio, y el 6 de julio se le informó de la decisión de su marido de reconsiderar el matrimonio. Poco después, pidieron a Ana su consentimiento para una nulidad, a lo que ella accedió, probablemente temerosa de correr la suerte que la anterior reina Ana. El matrimonio se anuló el 9 de julio de 1540 alegando que no se había llegado a consumar por su anterior compromiso con Francisco de Lorena.
A cambio de ello, recibiría una importante renta vitalicia de acuerdo con su alto rango. Fue compensada con diversas propiedades, incluyendo el Castillo de Richmond (en el condado de Surrey) y el de Hever (en Kent), perteneciente a la familia de su segunda esposa, Ana Bolena. La Casa de Ana de Cléveris, en Lewes, Sussex, es sólo una de sus propiedades; ella nunca vivió allí. Enrique y Ana se convirtieron en buenos amigos; ella era un miembro honorífico de la familia del rey, y se referían a ella como "la querida hermana del rey". Fue invitada a menudo a la corte y, por gratitud al no haber disputado la anulación, Enrique decretó que se le diera precedencia por delante de todas las mujeres de Inglaterra salvo su propia esposa e hijas.
En 1553, cuando las hijas de Enrique, María e Isabel marcharon a Londres con María como la nueva reina, Ana estuvo allí para saludarlas. También estuvo presente en la coronación de María I en Westminster. Esa fue su última aparición pública.

Unos meses más tarde, Ana escribió a María I para darle la enhorabuena por su matrimonio con el príncipe Felipe de España. No obstante, Ana raramente visitaba la corte durante el reinado de María y disfrutaba manejando sus propiedades particulares. Desde su llegada como novia del rey, Ana nunca dejó Inglaterra.
Fue la última de las seis esposas de Enrique VIII en morir. Cuando su salud empezó a fallar, María I permitió a Ana vivir en Chelsea Old Manor , donde había vivido la última esposa de Enrique, Catalina Parr, después de su matrimonio. Aquí dictó su testamento a mediados de julio de 1557. En él menciona a su hermano, su hermana y su cuñada, así como a la futura reina Isabel, la duquesa de Norfolk y la condesa de Arundel. Dejó algo de dinero a sus sirvientes y pidió a María e Isabel que los empleasen en sus casas.
Ana murió en Chelsea Old Manor, el 16 de julio de 1557, unas pocas semanas antes de su cuadragésimo segundo cumpleaños.
Fue sepultada el 3 de agosto en lo que se describe como "una tumba algo difícil de encontrar en la abadía de Westminster". Su tumba se encuentra en el lado opuesto al santuario de Eduardo el Confesor y un poco por encima del nivel de visión de una persona de mediana estatura. Al final de sus días se reconvirtió al catolicismo siguiendo los consejos de la hija de su esposo, María Tudor.
Tiene la distinción de ser la última de las esposas de Enrique VIII en morir, pues vivió nueve años más que la última, Catalina Parr. Sin embargo, no fue la que tuvo más larga vida, pues en esto la superó la primera, Catalina de Aragón, que tenía cincuenta años cuando murió.