Arturo Tudor nació en Winschester el 19 o 20 de Septiembre de 1486. Fue el hijo mayor de Enrique VII de Inglaterra e Isabel de York. LLamaron así a su hijo en honor del Rey Arturo.
Enrique trasladó la corte a Winchester para el nacimiento de su hijo. Su bautizo tuvo lugar en la catedral de Winchester , sus padrinos fueron Thomas Stanley, 1r conde de Derby y John de Vere, conde de Oxford 13 que llegó tarde a la ceremonia. Isabel Woodville , su abuela materna, fue su madrina y lo llevó durante la ceremonia
Desde el momento de su nacimiento fue Duque de Cornualles.
A los dos años fue prometido con Catalina de Aragón, hija de los Reyes Católicos, en el Tratado de Medina del Campo.( Ver Catalina de Aragón )
Con tres años fue nombrado Príncipe de Gales y Conde de Chester el 29 de noviembre de 1489.
A la edad de 6 años, Arturo fue enviado a vivir al castillo de Ludlow para comenzar su entrenamiento para la realeza.
El príncipe de Gales, era un joven elegante y de modales pausados, rubio, de tez blanca, de rostro aniñado, cuerpo poco formado y
delgado, aparentando siempre contar menos años de los que tenía.
Cuando Catalina llegó a Inglaterra para casarse, el rey Enrique, impaciente por conocer a su nuera, decidió salir a su encuentro.
El príncipe Arturo llegó media hora más
tarde a la cabeza de una columna de guardias y cortesanos. Catalina y Arturo se besaron
ceremoniosamente y luego se contemplaron en silencio. Un obispo inglés tradujo
al latín los discursos formales del rey y del príncipe y un obispo español actuó
de intérprete de Catalina, traduciendo al latín sus respuestas.
El 14 de noviembre fue desposado por la princesa española en la catedral de San Pablo de Londres. El arzobispo de Canterbury los unió en matrimonio. La joven novia, entró a la catedral del brazo de su cuñado, Enrique, que tenía diez años pero era mucho más alto que Arturo.
El pueblo vitoreó el casamiento y tras la salida de los príncipes de
Gales de la catedral se abrieron los grifos del vino, regalo de los reyes
Enrique e Isabel de York al pueblo de Londres, y las campanas de toda la ciudad
resonaron al unísono. Londres no había visto nunca una boda tan espléndida.
Quedaban diez días de celebraciones y diversiones.
El banquete tuvo lugar en el castillo de Baynard que había sido reconstruido por
Enrique VII el año anterior y ahora era utilizado principalmente para las
celebraciones. Arturo se sentó en una mesa separada para los
niños con el príncipe Enrique y sus hermanas: la princesa Margarita, de
doce años, y la princesa María, de cinco años.
Enrique VII quiso honrar al joven matrimonio con un espectáculo de canto. En la sala de baile hizo desfilar en una carroza, que asemejaba un castillo medieval, a un coro de niños cantores.
Como príncipe de Gales, Arturo fue enviado al castillo de Ludlow en Shropshire para presidir el consejo de Gales como presidente del Consejo de Gales y las Marcas, y fue acompañado por la ahora princesa de Gales.
A su nueva residencia fueron acompañados por soldados, juristas y
administradores, caballeros, infantes y arqueros. Todo comandado por sir Richard Pole, una persona que conocía a la perfección
toda la administración de la casa Tudor.
Arturo era estudioso, reservado, serio, y culto. Su padre Enrique, se había concentrado mucho en su educación, ya que iba a ser su sucesor.
Le gustaba cazar, aficción que compartía con su esposa, y pasear a caballo. Se dice que él enseñaba a Catalina a mejorar el idioma inglés.
Durante el tiempo que los recién casados estuvieron en el castillo, el tiempo fue malísimo, llovía, hacía frío y había mucha humedad. De hecho, es considerado uno de los siglos más fríos en la historia de Inglaterra. Por lo que la enfermedad del sudor, llegó a Ludlow en marzo.
Se vieron venados y jabalíes en bosques cercanos, y Arturo decidió salir a cazar todo el día.
Al mediodía, llevaron a Arturo al castillo, con los labios morados, y fatal aspecto. Tenía altas fiebres, el llamado sudor inglés.
La princesa pasó días a los pies de su lecho, rezando y murmurando palabras de
consuelo. A los pocos días,
Catalina también empezó a sentirse mal. Los dos estaban enfermos pero ella era
mucho más fuerte. Arturo no pudo salvarse. Murió el 2 de abril de 1502, casi
cinco meses después de haber contraído matrimonio con la infanta
española.
La muerte de Arturo hizo tambalear los cimientos de la monarquía inglesa. La sucesión al trono de Enrique VII se sustentaba en esos momentos en un joven niño de apenas once años. Algunos nobles y señores no podían aceptar ese hecho, deseaban un varón adulto como sucesor, con suficiente sangre real como para afirmar su pretensión, no un niño. Estaba, por ejemplo, el duque de Buckingham, un joven de veintitrés años, imponente y buen mozo, además, se podía rastrear su ascendencia hasta Eduardo III. Otro de los pretendientes al trono era Edmundo de la Pole, duque de Suffolk, hijo de la hermana de Eduardo IV. Edmundo había huido prudentemente del alcance del rey Tudor.
La noticia de la muerte de Arturo, fue muy dolorosa para sus padres. Enrique VII nunca fue el mismo después de la muerte de Arturo, entró en un estado de dolor constante, y empezó a tener mala salud. Isabel, murió poco después de fiebre puerperal después de dar a luz a una niña para intentar llevar mejor la muerte de su hijo mayor.
Arturo fue enterrado en la Catedral de Worcester. El padre de Arturo, Enrique VII quería que su funeral fuera memorable y lloró. Según la leyenda, su corazón yace enterrado en el castillo de Ludlow, mientras que su cuerpo está en la catedral de Worcester. El lugar elegido para enterrar al príncipe Arturo fue el coro. El féretro fue
bajado a la tumba mientras los monjes cantaban el más triste de los réquiem. Los
camareros del príncipe, rindieron su
último servicio a su señor rompiendo sus bastones y arrojándolos a la tumba. A
continuación, lo mismo hicieron todos los gentileshombres de la Casa del
príncipe de Gales con sus varas. Fue una escena conmovedora para todos los que
la contemplaron. En el lado Sur de la espléndida capilla sepulcral se exhiben
las flechas y las granadas, emblemas heráldicos de Catalina de Aragón.La muerte de Arturo hizo tambalear los cimientos de la monarquía inglesa. La sucesión al trono de Enrique VII se sustentaba en esos momentos en un joven niño de apenas once años. Algunos nobles y señores no podían aceptar ese hecho, deseaban un varón adulto como sucesor, con suficiente sangre real como para afirmar su pretensión, no un niño. Estaba, por ejemplo, el duque de Buckingham, un joven de veintitrés años, imponente y buen mozo, además, se podía rastrear su ascendencia hasta Eduardo III. Otro de los pretendientes al trono era Edmundo de la Pole, duque de Suffolk, hijo de la hermana de Eduardo IV. Edmundo había huido prudentemente del alcance del rey Tudor.
La noticia de la muerte de Arturo, fue muy dolorosa para sus padres. Enrique VII nunca fue el mismo después de la muerte de Arturo, entró en un estado de dolor constante, y empezó a tener mala salud. Isabel, murió poco después de fiebre puerperal después de dar a luz a una niña para intentar llevar mejor la muerte de su hijo mayor.
El lugar elegido para enterrar al príncipe Arturo fue el coro. El féretro fue bajado a la tumba mientras los monjes cantaban el más triste de los réquiem. Los camareros del príncipe, sir William Udall y sir Richard Corfts, rindieron su último servicio a su señor rompiendo sus bastones y arrojándolos a la tumba. A continuación, lo mismo hicieron todos los gentileshombres de la Casa del príncipe de Gales con sus varas. Fue una escena conmovedora para todos los que la contemplaron. En el lado Sur de la espléndida capilla sepulcral se exhiben las flechas y las granadas, emblemas heráldicos de Catalina de Aragón.
Con su muerte, su hermano menor, Enrique, heredó sus títulos, accediendo posteriormente al trono como Enrique VIII de Inglaterra. (Ver Enrique VIII)
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